Carpani decía que el arte es una utopía, porque crea mundos imaginarios. Es verdad, el arte crea escaleras a Babel a partir de líneas, colores, conceptos imágenes, letras, compases. Todas las unidades más pequeñas, pueden, al juntarse, formar una obra conjunta, callejera, imprevisible, escandalosa o beneficiosa para algunos. Esos algunos existen y plantean una distancia con un otro. Como en un ómnibus, donde los algunos se bajan todos en la misma parada y otros queremos seguir viaje.
El arte como espejo de la cultura muestra esas contradicciones. ¿O no? Esa es la pregunta que queremos abrir en éste espacio. Si entendemos ese reflejo y podemos apropiarnos de él con un espíritu crítico, entonces podremos atravesarlo y generar resignificaciones de dichos hechos. No basta sólo con mirarnos en él, siendo que nosotros somos parte del reflejo, por ser parte de la misma cultura, sino que es menester romper el cristal para poder regenerar algo nuevo. Algo que no plantea diferencias con la otredad que conforma el mosaico colectivo, sino una comprensión de lo distinto, una asimilación y convivencia, un juego de combinaciones creativas y sin ingenuidades. Una concepción desestructurada de la enseñanza formal que nos nuclea, generando círculos viciosos donde no hay principio ni fin, porque es todo parte del mismo laberinto. El laberinto de la imposición sociocultural, donde todos somos minotauros esperando una Ariadna con herramientas para construir la salida.

jueves, 20 de mayo de 2010

viernes de zappada 5

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